Inmersos en este paradigma de hiper productividad a corto plazo, hemos tratado a la tierra
como si fuese un sustrato inerte al que se le imponen monocultivos, se añaden nutrientes
típicamente nitrógeno, potasio, fósforo entre otros, herbicidas para eliminar aquellos elementos
indeseados, pesticidas para acabar con las plagas que afectan a nuestro cultivo y finalmente
aramos la tierra dejándola descubierta para volver a empezar otro ciclo. Esta forma de actuar
no repara en que en la naturaleza es diversa, nada es un monocultivo, pretende que unos
cuantos nutrientes son suficientes para determinada planta y que podemos tratar a los
organismos de forma aislada quitando y poniendo lo que nos apetece. Ahora sabemos que
los costes son mucho mayores de lo que hubiésemos imaginado produciendo rendimientos
marginales decrecientes y que al final la naturaleza nos pasa la factura completa. Los
excedentes de todas estas sustancias que añadimos ya sean fertilizantes, herbicidas y
plaguicidas terminan aguas abajo intoxicando ríos, mares y el agua que bebemos, la tierra que
teníamos deteriora su estructura y capacidad natural para absorber agua por lo que se pierde
también por efecto de la erosión por viento y lluvia. Este círculo vicioso lo hemos creado
nosotros encadenando causas y efectos donde el exceso de nitrógeno fomenta las hierbas que
tenemos que erradicar con herbicidas que a su vez crean las condiciones que fomentan la
aparición de patógenos que a su vez eliminamos con pesticidas que acaban tanto con la plaga
indeseada como con una gran cantidad de organismos benéficos.
Este proceso requiere la constante aportación de insumos externos de un tipo u otro y si
sumamos a esto los enormes costes medioambientales la productividad a medio plazo es
cuestionable y a largo plazo insostenible.
Partimos tratando a la tierra como un sustrato inerte y al final es exactamente lo que hemos
obtenido.
Sin embargo la solución la tenemos directamente frente a nosotros y es simple, de bajo coste y
sostenible pero por supuesto requiere de un cambio de paradigma.
La tierra es un ecosistema al que debemos cuidar pero sobre todo respetar y entender, si la
cuidamos y alimentamos ésta a su vez creará las condiciones idóneas para cultivos y todo tipo
de organismos que se desarrollan sobre ella, existe un gran número de científicos, granjeros,agricultores y naturalistas que han demostrado los beneficios de cuidar la salud de la tierra y
por mencionar algunos de ellos: Dr. Elaine Ingham de Soil Food Web y su profundo
conocimiento de la biología de la tierra, Allan Savory y los resultados obtenidos con el manejo
de animales simulando el comportamiento de manadas salvajes, Joel Salatin que genera
múltiples sinergias manejando animales y pasturas, Greg Judy regenera los pastizales con sus
animales y en el mismo sentido también Gabe Brown. Todos ellos y muchos otros son
conscientes que el poder de la naturaleza se manifiesta plenamente cuando la respetamos y le
damos espacio para desarrollarse, no podemos ni debemos separarla en pequeños
compartimientos sino verla como un sistema que nos puede aportar la asombrosa
productividad que observamos en entornos naturales que son diversos, simbióticos,
autorregulados y abundantes. Un “ingrediente” muy potente que nos puede ayudar a mejorar la
tierra es el humus de lombriz también llamado vermicompost. Está formado por los
excrementos que produce la lombriz al ingerir materia orgánica, una vez que dicha materia ha
atravesado el sistema digestivo de la lombriz es un elemento con PH neutro, rico en ácido
húmico y fúlvico además de contener una amplísima población microbial.
El humus no es propiamente un abono, en realidad es en si mismo un ecosistema rico y diverso
con el cual inoculamos la tierra para desarrollar las condiciones que en combinación con las
plantas produzca suelos con alto contenido orgánico, saludables y productivos. El humus de
lombriz no funciona como los abonos tradicionales que aportan nutrientes específicos en
cantidades determinadas, lo que aporta es una comunidad de microorganismos que ayudan a
transformar los nutrientes que se encuentran en el suelo en la forma, cantidades y tiempo que
las plantas puedan absorber también ayuda de forma muy importante a establecer un equilibrio
natural que impida o limite la presencia de patógenos.
Los beneficios que aporta el humus de lombriz son muchos y a medida que avanzan las
investigaciones como por ejemplo las realizadas por Rhonda Sherman de la Universidad de
North Carolina y los estudios de la Universidad de Cornell muestran.